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L
a denominación de Vía de “la Plata” procede de la palabra latina o de la árabe de idénticos significados –“camino empedrado”-. A lo largo de los siglos llegó a ser el gran eje vertebrador del oeste peninsular, tanto por el movimiento de personas como por el intercambio comercial y la trashumancia ganadera que acogía. De hecho, se erigió en camino de peregrinación a Santiago desde el descubrimiento de la tumba del Apóstol a comienzos del siglo IX, con lo que comenzaría a conocerse, entre otros nombres, como “Camino del Sur”.
Declarada Monumento Histórico Artístico en 1931, la mitad meridional del tramo salmantino de la Vía aún guarda parte de su legado romano, pudiendo distinguir el caminante partes de su trazado, alguna alcantarilla, un gran número de miliarios y, por último, el gran puente romano de la antigua Salmantica, en cuyo mapa urbano todavía se dibuja su red viaria primera.
Si importante en todo caminar es la comunión con el paisaje, diverso y entretenido es el que se encuentra quien dirija sus pasos por nuestro camino jacobeo. Así, la comarca de la Sierra de Béjar dará la bienvenida al peregrino con el verdor de sus espléndidos castañares y el rumor alegre de sus arroyos, antes de despedirle hacia las tierras más planas y serenas de las comarcas de Salvatierra, del Campo de Salamanca y de La Armuña; en estas últimas, el castaño deja paso al roble, a la encina y a los campos de cereal, allá por donde el monte se hace llano y el horizonte se aleja hasta la exageración.