Etapa 2. Fuenterroble de Salvatierra-San Pedro de Rozados (28,6 kilómetros).
Plenamente descansado por dentro y por fuera, el caminante continúa hacia el Norte en busca del sueño jacobeo. Deja atrás Fuenterroble y camina por un tramo recto y ligeramente elevado respecto a los terrenos circundantes. Es hora de sortear pequeños valles, en especial el del próximo río Alagón, el mayor afluente del Tajo que posee el privilegio de compartir lugar de nacimiento, Frades de la Sierra, con el inmortal poeta José María Gabriel y Galán.
Aunque solo se pueda imaginar, otro fortín, al estilo del de La Calzada de Béjar, servía para vigilar la seguridad del recorrido en tiempos antiguos. Según los estudios realizados aquella construcción defensiva tuvo su ubicación en el término municipal de la localidad de Casafranca, más o menos dos kilómetros al oeste del discurrir de la Vía original.
A partir de ese lugar, y prácticamente hasta la entrada en la capital salmantina, el viajero compartirá trayecto con una nueva cañada real, la de la Plata, en esta ocasión. Camino de tropas romanas, de mercancías y soldados, también lo fue durante siglos de ganado y lo es ahora de viajeros y peregrinos en dirección hacia Asturica Augusta, la actual Astorga. Desde la ciudad leonesa y hacia el Occidente, el camino francés llevará directo al destino final, la tumba del apóstol Santiago en Compostela.
A la altura de Navarredonda de Salvatierra la ruta se endurece y el paisaje continúa con su lento pero imparable cambio. El terreno, cada vez más típico del hábitat propio del monte, se llena de encinas y de robles con abundancia de arbustos. La Vía se hace aún más ganadera de lo que ya era desde que entró en la provincia salmantina y alguna que otra portera ha de ser superada para avanzar en la gloriosa caminata.
A lo lejos, pero cada vez más cerca, el punto más alto de todo el camino mozárabe. 1.170 metros sobre el nivel del mar se alcanzan en lo más alto de la Sierra de la Dueña o de Herreros, que el caminante ha de ascender antes de cerrar su llegada al final de esta segunda etapa situado en San Pedro de Rozados. El ascenso no es particularmente duro pero ha de estar el viajero prevenido ante las adversas climatológicas que cualquier cambio brusco de terreno posee. En la cima, una cruz de Santiago constata la naturaleza del camino y la conclusión del ascenso. Es por este terreno ondulado, concretamente en el emplazamiento conocido como La Dueña de Abajo, por donde se supone que se encontraría la tercera mansio del recorrido charro; “Sentice” de nombre.
Si a estas alturas de la ruta, el viajero aún no sabe muy bien por qué Salamanca es conocida, también, como tierra de toros, es posible que en los siguientes kilómetros lo pueda comprobar. Ya llevará tiempo caminando entre encinas, el acompañante imprescindible de la dehesa charra. Pero es que ahora le será posible ver alguno de esos poderosísimos ejemplares que pastan en las fincas ganaderas situadas en los límites municipales de Pedrosillo de los Aires, Frades o Membribe, estos dos últimos apellidados de la Sierra por motivos más que obvios. A estas alturas está el caminante sobre un auténtico altiplano en el que la cañada alcanza una anchura mínima de 75 metros, la original en los tiempos de su creación.
La toponimia se vuelve a tornar caprichosa cuando el camino supera el arroyo de los Mendigos antes de llegar a Calzadilla del mismo nombre. No hace falta pensar mucho en cuál era la condición, triste se puede imaginar, de las personas que por allí solían pasar. La costumbre se convirtió en ley y la denominación oficial en simple reflejo de la actividad cotidiana. El caserío de Calzadilla de los Mendigos, con casas, corrales, palomar y hasta ruinas de una ermita, saluda al viajero por si la ausencia de vida humana se le hace demasiado dura.
Superada la loma de la Cabeza de Bernoy, el valle que sucede a toda elevación del terreno se convierte en tierra fértil antes de llevar al caminante hasta San Pedro de Rozados. En ese punto, el forastero se encontrará en la milla 169 del camino que empieza en la romana Mérida y concluye en la milenaria Astorga. Las lecturas del origen del nombre del pueblo apuntan a los castigados pies de los peregrinos. Otra, quizá más real, llevaría a la mano humana que roza el monte para adecuarlo al cultivo.
Sea cual fuere el origen de su denominación, es San Pedro de Rozados el más común de los finales previstos para la segunda etapa de la Vía de la Plata a su paso por la provincia salmantina. Sin embargo, no es el único ya que, según sean las fuerzas que acompañen a estas alturas al visitante, solo cuatro kilómetros más allá se encuentra Morille, una de las localidades más interesantes a nivel cultural de todo su entorno. En uno o en otro lugar, el descanso será más que bienvenido.